Más que metafórico, el silencio para Sor Juana es pragmático, es decir, tiene una significación contextual. Al justificar ante Sor Filotea la demora de su respuesta, la monja le señala que esta tuvo en el silencio un camino, al ser la respuesta una empresa difícil. Pero la dificultad, como demuestra la “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”, no tiene que ver con el discurso, pues este cumple con rigurosidad argumentativa el objetivo de defensa propuesto por Sor Juana; la dificultad refiere al efecto del texto en su auditorio, al poder que exhibe la escritura de una mujer para hacer girar los engranajes de la censura de la época. En consecuencia, la mención del silencio en la “Respuesta” no se presenta como un postulado poetológico, ni debemos inscribirla en la retórica de la falsa modestia; al contrario, es posible prever en la conceptualización del silencio como una metáfora política, la presencia siempre esquiva del efecto del texto en la sociedad. En el siguiente apunte analizaré la manera en que la mención del silencio se construye como metáfora política, pues cuando Sor Juana dice silencio en realidad dice censura.
La elaboración de un concepto es una operación en contra de la pluralidad del sentido de una palabra; es un ejercicio que delimita. Pero esta regulación de la significancia de un término debe construirse discursivamente, más si opera a partir de la metáfora: “Si la he de confesar toda, también es buscar efugios para huir la dificultad de responder, y casi me he determinado a dejarlo al silencio; pero como éste es cosa negativa, aunque explica mucho con el énfasis de no explicar, es necesario ponerle algún breve rótulo para que se entienda lo que se pretende que el silencio diga” (828).
En esta conceptualización, Sor Juana juega con el lugar común “decir nada” y con la noción de énfasis, que aplicada a una palabra, en este caso “silencio”, transforma sus alcances. El énfasis de no decir hace del silencio también una figura lógica y la acerca a la paradoja, que como toda figura indica un más allá del lenguaje.
La defensa de una mujer en términos discursivos genera un sentimiento paradójico en el auditorio. De manera que decir que algo no se puede decir, más que un juego de palabras, apunta a descubrir lugares oscuros del orden cultural; un orden peligrosamente complejo por todo lo que censura cuando el hablante es mujer. Pero, de hecho, Sor Juana no sólo se jugaba una censura discursiva; el peligro de ir contra del sistema era perder la vida con una muerte equivalente a mil muertes. Como ha estudiado Michael Foucault, en aquella época, todo castigo estaba marcado por la idea de ejemplaridad, por lo tanto debía inscribirse en el cuerpo de manera cruel. Los horrores del castigo físico organizan así, bajo la forma de la amenaza, un sistema regulador que no hace pedagogía con un lenguaje directo, sino en la lógica del sobreentendido.
No obstante, el más allá del lenguaje que alude el silencio se expresa en la “Respuesta” como un atento sentido de lo político. En otras palabras, cuando Sor Juana dice silencio nos habla del sistema político mexicano del siglo XVII, como una denuncia de la relación subalterna de esta administración respecto de la Metrópoli: política que censura y hace callar cuando depende del Santo Oficio; silencio o no escritura como reconocimiento del peligroso juego que implica la expresión por parte de Sor Juana.
Pero Sor Juana responde: “Señora mía, sólo responderé que no sé qué responder; sólo agradeceré diciendo que no soy capaz de agradeceros; y diré, por breve rótulo de lo que dejo al silencio, que sólo con la confianza de favorecida y con los valimientos de honrada, me puedo atrever a hablar con vuestra grandeza” (828). Entre las fórmulas de falsa modestia que explican su enunciación y la aparente ignorancia que se atribuye Sor Juana, se ha señalado, algo más importante, el carácter ambiguo del silencio como referencia a un rótulo: posicionamiento figurativo en que se sitúa el discurso débil. En efecto, el camino figurativo, que es el camino de la poesía, en Sor Juana es también vía política, plataforma de defensa, desde donde elabora su discurso muy conciente de que las palabras queman las manos.
Así, después de evocar la fatal ambigüedad del silencio, Sor Juana escribe. Se trata de un acto entrampado en el riesgo epocal y que ella prefiere asumir, consciente de su fatalidad: “Pues ¿cómo me atreviera yo a tomarlo en mis indignas manos, repugnándolo el sexo, la edad y sobre todo las costumbres?” (829). La fatalidad se explica en el hecho de que se trata de la única vía posible. Ambigua, por ello riesgosa, pero inevitable en su caso. Fuera de este trayecto fatal, en que se torna la escritura, la única patria segura es el entendimiento; pero un entendimiento silencioso. Cuando Sor Juana se expresa, cuando destaca como una melodía en medio del ruido (también el ruido del Santo Oficio) solo le queda sufrir. Se trata de un sufrimiento histórico, del cual ni el mismo Cristo pudo escapar: “la sagrada cabeza de Cristo y aquel divino cerebro eran depósito de la sabiduría; y cerebro sabio en el mundo no basta que esté escarnecido, ha de estar también lastimado y maltratado; cabeza que es erario de sabiduría no espere otra corona que de espinas. ¿Cuál guirnalda espera la sabiduría humana si ve la que obtuvo la divina?” (836). En consecuencia, Sor Juana acepta su destino que ya está cifrado. La “Respuesta” se presenta así como un documento de aceptación, pero más que de un juego político de un juego histórico en el que en apariencia, como en la pasión de Cristo, sucumbe lo divino. En apariencia digo, porque cómo la misma Sor Juana reconoce, este sufrimiento, su sacrificio, es su redención.
Abril de 2006
Obras citadas
Cruz, Sor Juana Inés de la. “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz.” Obras completas. México: Porrúa, 2004.
Foucault, Michel. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Traducción: Aurelio Garzón del Camino. Buenos Aires: Siglo XXI, 1999.